Vivimos en la sociedad de la información y cada día se tratan millones de datos personales. Sin el uso de nuestra información personal prácticamente ninguno de los servicios de los que disponemos podría funcionar. Hoy día, prácticamente para cualquier actividad, nos solicitan información. Facilitamos nuestros datos personales cuando abrimos una cuenta en el banco, cuando solicitamos participar en un concurso, cuando reservamos un vuelo o un hotel, cada vez que efectuamos un pago con la tarjeta de crédito o cuando navegamos por Internet.
El nombre y los apellidos, la fecha de nacimiento, la dirección postal o de correo electrónico, el número de teléfono, el DNI, la matrícula del coche y muchos otros datos que usamos a diario constituyen información valiosa que podría permitir identificar a una persona, ya sea directa o indirectamente. Gracias a esta información podemos desarrollar nuestra actividad cotidiana, inscribimos a nuestros hijos en el colegio, recibimos atención sanitaria, realizamos llamadas telefónicas o disfrutamos de nuestro ocio.
Nuestros datos pueden ser recogidos en ficheros que dependen de las administraciones públicas y de empresas y organizaciones privadas que los utilizan para desarrollar su actividad. Debemos ser conscientes de que toda esta información revela aspectos de nuestra personalidad. Qué bienes compramos y dónde lo hacemos, nuestra historia clínica, nuestro perfil en una red social o las otografías y videos que subimos a nuestro espacio en Internet son información que dicen todo sobre nosotros y nuestra personalidad.
Los ejemplos sobre cómo puede tratarse nuestra información en la sociedad digital y los resultados que ofrece son muy numerosos:
■ Si somos funcionarios, tenemos un blog, o hemos participado en cualquier actividad pública y ha quedado constancia bastará con poner nuestro “nombre y apellido” entre comillas en un buscador para obtener resultados a veces sorprendentes.
■ En nuestro perfil en una red social contamos desde la fecha de nacimiento y el colegio en el que estudiamos hasta cuando salimos de vacaciones.
■ Algo tan simple como nuestra dirección de correo electrónico del trabajo suele indicar quienes somos y en qué trabajamos y con ello una primera aproximación a nuestro perfil económico y
nuestros intereses profesionales.
■ Nuestro expediente académico dice todo profesionalmente sobre nosotros.
■ Aparecer en un fichero sobre solvencia con un informe negativo puede afectar a nuestra capacidad de compra.
■ Recibir una ayuda o subvención depende de la comprobación de decenas de datos. Por tanto, nuestra información es importante, dice quienes somos, qué cosas nos gustan, cuales son nuestras capacidades y habilidades. Nuestros datos, dicen todo sobre nuestra personalidad y es esencial al usarlos, saber cómo protegerlos.
El derecho fundamental a la protección de datos es la capacidad que tiene el ciudadano para disponer y decidir sobre todas las informaciones que se refieran a él. Es un derecho reconocido en la Constitución Española y el Derecho Europeo y protegido por la Ley Orgánica de Protección de Datos (LOPD).
Pero no sólo podemos entender el derecho fundamental a la protección de datos desde un punto de vista pasivo. Cada día muchos de nosotros tratamos datos de otras personas en Internet. Hacemos comentarios, subimos y etiquetamos fotos en foros o blogs, y probablemente en la mayor parte de las ocasiones no tenemos en cuenta si aquellos a los que nos referimos están de acuerdo con ello o les puede disgustar nuestro comportamiento.
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